Condones, píldora del día después, aborto: ¿Hacia un “botiquín oficial” para la juventud?

María de los Angeles Fernández Eyzaguirre | Sección: Sociedad, Vida

Hablar de un “botiquín oficial” para la juventud podría parecer exagerado o francamente paranoico.

Sin embargo, al revisar las “Normas Nacionales sobre Regulación de la Fertilidad” impartidas por el Ministerio de Salud , especialmente su sección D, acápite 1.2 Uso de la anticoncepción en la adolescencia.; se ve claramente cómo, a través de disposiciones aparentemente sanitarias, se pretende imponer una visión de la sexualidad humana como una actividad de riesgo y una visión antropológica digna de la Alemania nazi; que distingue entre personas de primera y segunda categoría ( embarazos deseados vs. embarazos no deseados).

Establece el documento la “necesidad de informar a los y las adolescentes acerca del uso de anticoncepción si han decidido iniciar su vida sexual” lo que se concretiza sólo en “información y entrega de Condón masculino, píldoras combinadas de levonorgestrel y EE; Inyección combinada mensual, anillos vaginales combinados y la Anticoncepción de Emergencia . También recomienda anticonceptivos hormonales de progestágeno en pastillas o implantes.

El mismo documento señala que los métodos “menos recomendables” son el condón femenino, el coito interrumpido, los espermicidas y la abstinencia periódica. Respecto de la abstinencia como método anticonceptivo, el documento hace todo un análisis respecto de la dificultad que presenta para el adolescente, ya que no conoce su ciclo menstrual (lo que se arreglaría con clases de educación sexual) y por ser “poco efectivos”. Lo de poco efectivo es una apreciación tendenciosa y no un dato clínico, lo que se demuestra al no advertir la poca efectividad del condón masculino como método de control de la fertilidad, según el índice de Pearl.

Además, señala como una desventaja de este método “que requiere del acuerdo y participación de la pareja masculina”. Esto debería ser considerado un “plus” si lo que se busca es la vivencia de una sexualidad mas humana. Finalmente, se lo describe como un método que requiere de “evitar las relaciones sexuales vaginales durante los días fértiles” lo que es inexacto y denota o un mínimo conocimiento del método, o lisa y llanamente, mala fe.

Son varias las reflexiones que pudiéramos hacer al respecto, pero quisiera detenerme especialmente en la introducción de la llamada “Anticoncepción de Emergencia” cómo método anticonceptivo en nuestro Sistema Público de Salud.

En primer lugar y aunque la llamada Píldora del día después (PDD) no fuese abortiva su introducción y recomendación ministerial como método de control de la natalidad conlleva otro problema igualmente grave, pero mucho más soterrado y oculto. Es la validación oficial de lo que podríamos llamar “la cultura del día después”.

Una cultura tan marcadamente subjetivista, que no le reconoce valor objetivo alguno a la realidad.
Una cultura tan individualista y hedonista que ya no se preocupa de educar a las personas para evitar aquello que nos hace mal o que daña a otros, sino que nos manda a hacer todo lo que queramos y sólo nos enseña a evitar o evadir los efectos propios de nuestros actos.

Si no quiere sentir los desagradables síntomas de una borrachera, tome hasta matarse, pero tenga la precaución de tomarse una pastilla que los evite. (Ojo, no olvide que, aunque se sienta bien, igual está bajo los efectos del alcohol)

Si quiere ser atractivo, con un cuerpo tonificado y atlético, no cuide su dieta, no haga ejercicio, no se esfuerce, cirugía express y…¡¡llame ya!!

En materia de sexualidad el tema es exactamente igual.

Si no se quiere contagiar del VIH, no se moleste en tener una pareja estable y un compromiso de vida, use condón.

Si no quiere tener un hijo, la receta ya no es abstenerse en períodos fértiles o hacerse cargo del uso de un método anticonceptivo, sino el aborto.

En vez de educar para hacerse cargo de los actos y decisiones, esta cultura, graficada en este “botiquín oficial” nos propone una especie de “bulimia sexual” en que podemos hacer cualquier cosa que tengamos ganas y luego “vomitar” lo que nos incomode.

Detrás de todo esto hay una idea equivocada de la libertad, que no reconoce su vínculo constitutivo con la verdad. Cuando la persona de cierra a la evidencia de una verdad objetiva y común, que es base de la convivencia social y fundamento del actuar personal, la persona se asume como único referente para tomar sus decisiones. Ya no se trata de la Verdad y del Bien, sino de mi opinión subjetiva y cambiable.

En segundo lugar, este “botiquín” refleja una terrible paradoja.

Aquel con que me uno de la manera más íntima y personal, aquel a quién recibo y me entrego, deja de ser un tesoro encontrado, un compañero de vida, y se transforma en una amenaza contra la cual me debo proteger. El otro me embaraza, el otro me infecta.

Y el momento de mayor entrega y gozo ya no es una expresión de amor y entrega personal, sino un momento temido, cuyas consecuencias debo evitar a cualquier costo.

El “Botiquín oficial” plasma una cultura que ya no ve en la sexualidad humana una fuente de amor y vida, ni un medio para plasmar de modo especialísimo la vocación de todas las personas al amor, sino sólo un fenómeno genital y biológico peligroso y despojado de toda trascendencia.

Finalmente, el milagro de la vida humana, frente al cual deberíamos siempre experimentar asombro, admiración y respeto, es mirado como un problema, una amenaza que hay que evitar a toda costa. El hijo es una carga y el embarazo el resultado de una desigualdad social y no de una conducta.

Parece que el Minsal todavía no hace el vínculo entre la actividad sexual y el embarazo, ya que los trata como dos hechos aparte, que no tienen ninguna relación causal, en concordancia con el “derecho a ejercer una sexualidad libre de la reproducción” que se consagra en el artículo 9 del proyecto de ley marco de los Derechos Sexuales y Reproductivos. Así, la vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte en un enemigo y el aborto aparece cómo la única respuesta posible frente a una anticoncepción frustrada. Todo gira en torno a una sexualidad que se pretende sea vivida sin ningún vínculo con la procreación; se desvincula totalmente el acto sexual del amor, el compromiso, el proyecto de vida, etc… y se nos presenta un ser humano absolutamente unidimensional y desintegrado que puede actuar sólo desde lo físico, sin tocar ni su alma, ni su intelecto, ni sus afectos.

Se presenta también una visión del embarazo no cómo el primer estadio de la vida sino como una situación de hecho que no genera ningún grado de reconocimiento o protección al ente estatal. Es curioso y aterrador cómo se desvincula el embarazo no deseado, fuente de enfermedad, maltrato, pobreza y expresión de desigualdad, del hijo ya nacido, sujeto de protección y derechos.

Si ejercer la sexualidad independiente de la procreación es un derecho, el embarazo no deseado es un atentado contra el ejercicio de ese derecho y se puede considerar al “producto” como un injusto agresor al que puedo, legítimamente y con ayuda del estado, eliminar.

Contar con un producto químico, avalado por el estado, que permita la posibilidad de que se eliminen vidas humanas, (aquellas producto de un embarazo no deseado) es ir contra el principio fundamental de que los hombres somos todos esencialmente iguales.

Si se permite la eliminación de aquellos no deseados, ¿qué vendrá después?




María de los Ángeles Fernández es Directora Ejecutiva del Proyecto Ruta del Amor, www.rutadelamor.cl

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